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el remedio sagrado

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Por: Mariajose Roa Cepeda.

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Alejandro Álava o más conocido como el “abuelo de Gualcalá” es una autoridad tradicional del pueblo muisca. Que ha dedicado su vida a la recuperación de la cultura, la tradición, la lengua propia, los rituales y las ceremonias de un pueblo que fue avasallado por los españoles y extinguido. Pero a pesar de esto logró volver a renacer espiritualmente a través del yagé.

El yagé es una semilla universal que conoce todas las diferentes semillas de la creación del mundo, es por decirlo así, un “Google” que tiene vínculos y respuestas a través de señas, imágenes, palabras o emociones que te 
permiten conocer más allá de lo que alcanzamos a percibir.

¿Qué es para usted el yagé desde su posición como curandero? 

Me tocaría hacer una claridad, el yagé es un bejuco. Si uno tomara solo yagé lo único que le daría a uno es diarrea. Lo que se supondría que uno debería tomar se llama “remedio” que es la mezcla del bejuco del yagé con unas hojitas de una matita que se llaman chagro. Para nosotros eso es una medicina y por eso lo llamamos remedio. 

 

¿Cómo se realiza esa ceremonia, cuál es ese orden que permite llevar a cabo el remedio? 

Yo creo que habría dos formas de realizar las ceremonias sagradas; una sería el clásico de las profundidades del Amazonas. 

Todo este ritual empieza a las 8 de la noche con una copita de yagé y cada uno se acuesta en sus hamacas para reflexionar y analizar su vivencia personal. 

Después, a las 12, los abuelos ya se sientan para comenzar a hacer sus cantos, rituales y rezos para limpiar enfermedades o sombras. Las personas pueden tomar dos o tres veces en la noche yagé, pero depende si su alma es lo suficientemente fuerte para seguir con todo el ritual. 

El otro es un ritual adaptado a la cotidianidad y a nuestro círculo social que solemos llamarlo “círculo de la palabra”. 

Es decir, abrimos la palabra a las 6 de la tarde hasta las 12 de la noche más o menos. Hablando se invoca una palabra y a través de unas horas de diálogo empezamos a reflexionar para revisar que nos quiere decir el espíritu a través de esa palabra. En ese momento se abre el yagé, es decir, la mesa está abierta y mientras hablamos el yagé va escuchando toda la palabra. Cuando se toma el remedio entonces el yagé se va a ir dirigido por esa palabra. Eso es lo que nos va a curar, limpiar y aconsejar. 

"para nosotros eso es una medicina, y por eso lo llamamos remedio"

¿Cómo y por qué fue el primer acercamiento suyo con el remedio?

Fue buscando la recuperación de la memoria de mi pueblo. Porque me encontré con un sabedor de la Sierra Nevada amigo de mi abuelo y él me dijo “lo que usted necesita para recuperar su pueblo es remedio”. Yo le dije: “no, yo no sé qué es eso”. Después de eso el sabedor me mandó a conocer a un abuelito que viene del Putumayo que es curandero como yo y su medicina era el remedio. 

 Estos dos abuelitos me ayudaron con mi tarea que era reencontrarme con mis ancestros. Aunque yo buscaba acá en el territorio todo el mundo me decía que acá no era porque eso ya se había acabado: “los muiscas no, esos ya no existen” a pesar de que mis raíces me decían lo contrario; mi abuela era muisca y mi bisabuela también. Por eso decidí ir al Putumayo y comenzar a tomar remedio con el abuelo. 

 

¿Cómo decidió utilizar el remedio usted en su vida personal? 

 Comencé a llevar un camino de enseñanza con el remedio, que me dio la posibilidad de conocerme y conectar con los abuelos en el espiritual, volver a recuperar nuestra lengua propia, entender nuestra historia y hablarnos de la cultura. Lo único que yo tenía que hacer con el remedio era hacerle caso a todo lo que él me dijera o mostrara. 

De ahí en adelante yo comencé a tomar remedio cada seis meses o cada año. Cada vez que yo sentía que el espíritu me llamaba yo iba a tomar remedio con el abuelo. 

 Después comencé a ir con mi compañera, luego con mis hijos y empezamos ya toda la familia. Luego yo empecé a trabajar para poder hacer la ceremonia del remedio en el 2004 con un anciano que conocí en la universidad Nacional llamado Víctor Martínez, un abuelito cacique del pueblo Uitoto. En el 2017 ya los abuelos me dieron la autoridad para que yo pudiera compartir la medicina y hacer las ceremonias. 

 

¿Qué opina usted del turismo actual por los rituales de yagé? 

 Para nosotros el remedio es una escuela y un instrumento de un médico tradicional; uno se forma primero como médico tradicional y después posiblemente se den méritos en el alma para darte la facultad de dar el remedio. 

 Ahora todo está profanado, la gente piensa que puede ir al Amazonas, estar con un abuelo un mes. Comprarle cosas y después ya darle remedio a todo el mundo. Para nosotros eso no corresponde a la ley. El yagé es algo muy sagrado como para cogerlo de “rebusque”. Por ejemplo, yo no vivo del remedio, yo soy un curandero entonces no necesito hacer ceremonias para recoger recursos. Yo hago ceremonias cuando quiero, cuando el espíritu me llama y hago esas ceremonias más para mi pueblo interno. Porque elegimos al yagé como un maestro para nuestro espíritu, no como una entrada extra. 

¿Considera usted que el remedio tiene un movimiento trascendental en la vida de las personas? 

 Yo creo que todo depende del orden con el que se haga, la preparación que se tenga y el propósito que se busque. Porque si tú buscas curar tu alma de verdad para encontrar una salida a esa dificultad por la que estás pasando y tienes la sinceridad necesaria para transitar la palabra que el remedio, yo creo que es una oportunidad única en la vida de una persona. 

 Pero también hay cosas que se deben revisar, porque hay situaciones que se pueden solucionar sin necesidad de tomar el remedio. Entonces en este tiempo les dicen a las personas que el yagé lo cura todo y soluciona todo. Pero eso no es verdad, porque si tú crees que un espíritu va a hacer tu tarea, pues te estas engañando. El yagé te puede orientar como un consejero, pero no te dará a las respuestas que tú tienes que encontrar. 

 También pienso que eso depende de la ceremonia que se haga de una forma secuencial, una medicina que sea orientada por una sola persona que conozca tu historia para que pueda ayudarte a encontrar lo que quieres ver. 

 Porque en la ceremonia de ciudad podemos encontrar 20 o 30 malokas a las afueras de Bogotá, donde todos los fines de semana hay ceremonias del remedio. Donde vienen taitas del Amazonas, Ecuador, Perú y Putumayo. Cada taita viene con su ceremonia y comparte lo bonito que tiene, pero cada fin de semana viene un taita distinto y si no encuentras ese maestro que te acompañe en tu proceso de sanacion, a pesar de que tomes remedio frecuentemente, nunca vas a encontrar una ruta con el yagé porque es necesario ese acompañamiento personal. Para que te puedan interpretar lo que te sale en la pinta, ya sea, bueno o malo o sino nunca entenderás lo que te quiso decir el remedio. 

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